Ficha de partido: 25.01.1948: Atlético de Madrid 2 - 2 Valencia CF

Ficha de partido

At. Madrid
At. Madrid
2 - 2
Valencia CF
Valencia CF

Equipos titulares

Timeline del partido

escudo local
Inicio del partido
0'
escudo visitante
Juncosa
13'
Descanso
45'
Vidal
46'
Quiliano GagoAsist: Epi Fernández
73'
Salvador Monzó (Falta)
79'
Final del partido
90'

Estadio



Nombre: Metropolitano
Aforo: 25.000 espectadores
Ubicación: Madrid (Madrid) 
Inauguración: 13/05/1923 (Demolido en 1966)

Rival: At. Madrid

Records vs At. Madrid

Máximo goleador: Mundo Suárez (16 goles)
Goleador rival: Luis Aragonés (12 goles)
Mayor victoria: 9 - 1 (13.09.1936)
Mayor derrota: 0 - 5 (10.11.1985)
Más repetido: 1-1 (22 veces)

Crónica

La velocidad fue la tónica de este magnifico encuentro. Los dos bandos se olvidaron un poco de ese empacho de táctica y el fútbol, brillante de recursos, pletórico de energías, pródigo en emocionantes escenas, tan pronto en una como en otra meta, ofreció una sensación, rara vez igualada y casi nunca superada, de espectáculo de extraordinaria vibración, de supremo y prolongado interés.

La velocidad la impuso el Atlético y la aceptó el Valencia. Durante casi toda la primera parte, la iniciativa fué de los locales, pero las reacciones, como desbordamientos tumultuosos, crearon instantes de emoción para la meta rojiblanca. Había en la difícil partida, sobre un terreno resbaladizo, una cuestión de honor, que interpretaban los rivales con lujo de audacias, de juego y de intrepidez, y se empleaban todos los esfuerzos en un alarde de entusiasmo, empujados por fantástica velocidad. El solo hecho de soportar los noventa minutos a ese tren es merecedor de cumplido elogio, tanto para los futbolistas como para los preparadores. El fútbol brillante, logrado con esa rapidez, es más bello y más difícil. Pero, además, exige de los hombres sacrificios mayores. Por eso mismo tiene tan hondo significado en el deporte de asociación, la velocidad.

Debemos subrayar este hecho: asistimos ya a dos partidos con dos arbitros de tercera división, debutantes en primera, que siguen y dirigen el juego con más serenidad, severidad y ponderación que casi todos los de primera. Esta vez Ferrer se movió con la misma velocidad que los jugadores, lo cual quiere decir que no paró un instante, y así, cerca de la pelota pudo advertir fácilmente todas las faltas. Sería torpeza tildarle de excesivo rigor cuando, al comienzo, interrumpió el juego, aun por las más leves infracciones, pues para nosotros éste fue un nuevo métito en orden a la perspicacia del silbante. Asi se adueñó de los jugadores y de sus nervios y... no pasó nada. Es decir, sucedió lo que exactamente tenía que suceder, un empate inmerecido, pero al que el arbitro dio cuanto tenía que darle: recta interpretación y rápido juicio en todos los casos. O, lo que es lo mismo, competencia y velocidad.

La ausencia de Silva quebró esa unidad perfecta que ha logrado la línea rojiblanca. Pero, en verdad, el ímpetu inicial fue deslumbramiento soberbio, bien conjuntado, espectacular. Sin arredrarse ante el desmelenamiento rojiblanco, los valencianos dieron la fuerte réplica que era menester para elevar la categoría del juego. Del contraste, el público obtuvo una impresión excepcional, ilusionada, cuando los peligros rondaban el marco de Eizaguirre; angustiada, pero con la emoción de las soberbias jugadas, si era la de Pérez la meta asediada. Casi toda la primera, parte fue de iniciativa local, y en ella, por mucho que se reitere luego la labor de Cuenca, cuajó en uno de esos tenaces, espléndidos afanes, que contribuyen tanto a ayudar a los delanteros como a protejer a los propios defensas. La figura de Vidal se agigantó tal como nunca la habíamos percibido, y bien enlazado con Juncosa, forzó ataques profundos, con regates en longitud, que dieron exacta idea de las posibilidades de este jugador, que, sin embargo, no se había decidido todavía a dar la nota.

Enfrente, el equipo del Turia, de experiencia bien forjada, supo capear admirablemente el temporal y aun reaccionar con cumplida eficacia. Esa línea media, con Monzó y Asensi de solidísimos baluartes laterales, y el eje en Puehades, al que no vemos todavía cuajado para internacional, es una especie de muralla flexible y sólida, que probablemente dará el título al Valencia. Y a pesar de ello, los locales salvaron muchas veces el obstáculo y se movieron cerca del guardameta con una preocupación por agotar las jugadas, que posiblemente frustró ciertas oportunidades.

El primer tanto se produjo a los quince minutos, cuando la meta valenciana se había salVado por arte taumatúrgico de algunos peligros. Fue un ataque profundo, arrollador, ante el que los del Turia se defendieron ardorosamente. Pero cuando el forcejeo era más activo, alcanzó Juncosa la pelota, y desde fuera del área lanzó con la izquierda un chut como un trallazo, que sorprendió al guardameta, a pesar de la estirada. Y fue el magnífico gol que los sesenta mil espectadores ovacionaron con gozosa unanimidad.

Todavía atacó, con energía el Atlético y contraatacó el Valencia, y en algunas de las embestidas de éste, Igoa se señaló con esa prestancia de driblador que se infiltra sin driblar, ganando en profundidad y en velocidad por arte de un juego clásico y desbordante. Todo el resto de la primera parte, de fútbol maravilloso, tendría para la clasificación exacta que medirse jugada tras otra, en una inacabable descripción. Para el marcador fué ese 1-0, que no reflejaba las fórmulas de la superioridad local. Y para el público, un espéctáculo extraordinario de calidad en la tarde de más desabrimiento.

El segundo tiempo, al comienzo, registró una nueva y arrolladura serie desataques de los locales. A los tres minutos, en un "córner" lanzado por Juncosa, alcanzó Vidal, en soberbio salto, uno de los testarazos más espectaculares y más precisos de cuantos hemos visto, y la pelota, flecha en el ángulo, llegó a la red, a pesar de la prodigiosa estirada. Todavía batalló, animoso, el Atlético y bregó sin desmayo el Valencia sin que el espectáculo decayera. Hacia la mitad del plazo, empero, los rojiblancos se mostraron algo cansados, y el grupo rival se impuso, con demostración de superioridad de clase en el ataque como en la linea de medios. Fue entonces cuando Cuenca y Aparicio hicieron resaltar sus méritos en alardes de valentía y seguridad de acción, Hasta que, a la media hora, tras un avance llevado por Mundo, la situación confusa planteada ante el marco local terminó con un fuerte disparo de Gago, que remató con tiro rápido y cruzado, imparable, el píimer tanto del Valencia.

El esfuerzo anterior había hecho mella en el grupo rojiblanco, a pesar de que sus delanteros intentaron todavía varios asaltos. Pero frente a ellos surgieron, extraordinarias los alardes de Eizaguirre, en forma excepcional por la seguridad de todoslos movimientos. El gesto del empate fue el más decepcionante del encuentro. A los treinta y cinco minutos, en un golpe de castigo que lanzó Gago desdé lejos, la pelota cruzó, por delante de la puerta, y merced ala mala colocación del portero pudo, suave y sencillamente "pasar" la pelota hasta el fondo de la red, sin que nadie se opusiera a ello. Esta solución injusta decepcionó a los atléticos, que aun tuvieron energías para lanzarse a ataques, sucesivamente frustrados por el portero internacional. Y por su parte, el Valencia tuvo una oportunidad clarísima, que Asensi desperdició.

Dos grandes conjuntos, en excelente forma física y con fondo suficiente para jugar noventa minutos a tren de vértigo. De entre, los rojiblancos, Vidal, magnífico y obligado desde ahora, por tanto, a no desafinar, luego, Aparicio, flexible y seguro, como en los mejores tiempos, y Cuenca, los mejores. Pero sin desmerecer apenas los restantes. En el once que tan rectamente va hacia campeón, el ala Igoa-Epi, magnífica de brío y juego. Los medios, batalladores, y pasando perfectamente, y el trio defensivo, más que sólido, insalvable. Salvo teniendo enfrente al soberbio Atlético del primer plazo.